Esa cintura tuya, por donde te dejas coger, en donde pongo mis manos, donde colocas las tuyas. No puedo adorar más tus sonrisas mañaneras y tu saludo agachándote para que tus labios toquen los míos.
Nunca me dejará de gustar eso de quitarte la camisa cuando llego a tu casa, coger un bolígrafo rojo y  pintarte cosas en el cuerpo, cosas que no hallan pasado, cosas que hallan marcado nuestra relación.  Después de todo, recuerdo la primera vez que hablaste conmigo, ahí, comencé a vivir.