Sonaba la canción, nuestras miradas se encontraron entre la gente, la suya se posó en mia y la mia lo atrajo, quizás, o quizás fuese al contrario. Nos aproximamos, bailando, poseídos por una fuerza superior, inducidos por la música, por las ganas de brillar, por el ansia de ser felices, bailamos al ritmo del rock&roll de manera frenética, todos pasmados, nos observaban. Nosotros ajenos al público, queríamos hacerlos disfrutar, dándolo todo, movimientos duros, cortantes, enérgicos, llenos, provocativos, con ganas de más, con ganas de todo. Se acercaba el final de la canción, I feel good, I gotta youuuu, nos miramos de nuevo, de forma intensa, solo nuestra, poderosa, en ese momento podríamos haber hecho cualquier cosa con el mundo tan sólo con el poder de nuestras miradas, con su fuerza. Me cogió en la cintura, sonreí, sonrió, sonreímos, nos sonreían, me leía la mente, y sabía lo que iba a hacer en ese preciso instante, en el momento del beso, en la parte final y fuerte de la canción, en nuestro momento, me suplicó con la cabeza que no, y yo le remedaba diciendo que sí mientras sonreía sintiéndome guapa, sí, sintiéndome guapa, y lo hice. Le di con los tacones por detrás de las rodillas y en el momento en el que debería haberle dado un beso, caímos estampándonos, estrellándonos contra el suelo, contra las expectativas de todos, locos y felices.